25 de Jun de 2019
Las fortificaciones de Cartagena fueron construidas para su defensa y protección durante la era colonial y salieron victoriosas de grandes batallas en la búsqueda de nuestra independencia, pero el inclemente paso del tiempo las atacó, no con cañones sino con ruina, con un fuego que no quema pero que opaca: con abandono, silencio y olvido.
El valor de nuestro patrimonio se mantiene con el amor y esfuerzo de todos, y desde hace muchos años su restauración ha sido el objetivo de diferentes organizaciones y ciudadanos que desde su quehacer han aportado al mantenimiento del gran tesoro histórico que encierra el Corralito de Piedra.
Es el caso de Alberto Samudio Trallero, un nombre que está grabado en las paredes, escrito en las cúpulas y tallado en las piedras de algunos de nuestros monumentos y fortificaciones: él es, por excelencia, uno de los más importantes restauradores de nuestro patrimonio.
Este arquitecto cartagenero, graduado de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, ha sido el restaurador de la Batería del Ángel San Rafael en Bocachica (1998), del Teatro Adolfo Mejía (2000) y del Palacio de la Inquisición (2004), entre otras importantes obras de la ciudad. Su trabajo nos permite contar la historia de nuestra conquista y colonia, y que podamos disfrutar en vivo y en directo del patrimonio tan preciado de la ciudad Heroica.
En esta edición de “Personajes que Inspiran” queremos homenajearlo y agradecerle su entrega por la restauración del patrimonio, porque Alberto es sin duda, una persona que influye positivamente en nuestra sociedad. Su amor por la ciudad se ve reflejado en su trabajo, pues gracias a él muchos de nuestros más importantes monumentos resplandecen, le ganan la batalla al tiempo, y embellecen el entorno.
Los cimientos del arquitecto
La arquitectura llegó a su vida porque desde niño le gustó el dibujo y se introdujo en ella de forma autodidacta. La restauración vino después, cuando se interesó por el estudio de la historia e hizo la especialización en Restauración y Ambientación de Monumentos como becario de la OEA en el Instituto de Cultura Hispánica en Madrid, España; finalmente hizo su maestría en Conservación y Rehabilitación del Patrimonio Construido del Instituto Politécnico “José Antonio Echeverría” de la Habana, Cuba.
Profesores que marcaron su vida y su interés por la historia, amor por Cartagena y su pasión por la arquitectura, lo condujeron hacia el camino de la restauración. El arte de devolver a su estado inicial las obras arquitectónicas, es un aporte valioso para la ciudad, un regalo que le da brillo y brío para seguir contando la historia, y escribir una nueva: el sentido de pertenencia de un cartagenero que protege su patrimonio y le da nuevos cimientos para que continúe firme a pesar del tiempo.
Desde los ojos de Alberto
Aunque en la arquitectura las obras son como hijos entre los cuales es imposible definir preferencias, Alberto se da permiso de decir que su obra más querida de Cartagena, es el Teatro Adolfo Mejía. La belleza arquitectónica de esta obra del Siglo XIX, junto al valor simbólico que representa para él, por admirarla desde la infancia, la hacen su preferida y no duda en mencionarla con un particular brillo en sus ojos. Trabajar por su restauración ha sido de enorme satisfacción para él.
Por otra parte, la obra arquitectónica que más admira podría ser La Alhambra de Granada, ubicada en España, porque tiene unos espacios formidables desde el punto volumétrico, geométrico y decorativo.
Países, ciudades y muchas culturas vistas desde sus ojos respaldan su bagaje; más de 40 años en ejercicio; su experiencia desde diferentes cargos a nivel arquitectónico y administrativo; innumerables premios por sus obras, y ellas, que hablan por sí solas, lo convierten en una autoridad de la arquitectura y restauración de la ciudad, un referente nacional y gran orgullo cartagenero.
Samudio, en pocas palabras:
Cartagena: Única, no es comparable con nada.
Su asignatura pendiente: escribir, publicar investigaciones.
Docencia: siempre le ha llamado la atención para formar a la juventud y orientarla, haciendo énfasis en la ética.
Éxito: es el logro de aquellas metas que se consideran esenciales, no tiene nada que ver con el dinero, sino con los logros que pueda uno aportarle a la sociedad.
Socio honorable
Para Alberto, pertenecer a la Sociedad de Mejoras Públicas de Cartagena es motivo de orgullo. Considera que es la guardiana de las fortificaciones, que por años ha aportado al embellecimiento del Camellón de los Mártires, Parque Centenario, arborización de calles y plazas, y ha hecho una labor extraordinaria desde el punto de vista cultural.
Como socio, espera continuar aportando a la institución y la ciudad un poco de sus conocimientos, a través las tertulias culturales que desea reanudar, y la publicación en alianza de algunas de sus investigaciones.
El testimonio de Alberto es una invitación a trabajar por la ciudad. Amarla es el primer paso, cuidarla es el segundo, y dedicarle un poco de nuestro talento es el tercero, entre todos podemos transformar la historia.
Grabemos en las piedras nuestro amor por Cartagena, y seamos arquitectos de la obra más importante: el respeto por el patrimonio de la ciudad, que nos hace únicos y admirados ante el mundo.