06 de May de 2019
Cuando se tiene un hijo, se hace una promesa: "yo te prometo hacerte un ciudadano de bien".
Esta promesa abarca desde lo más básico que es hacernos responsables de la vida de ese nuevo ser, hasta llenarlo de amor y educarlo dentro de las reglas mínimas de respeto hacia los demás.
Hay un mandamiento de la religión católica que personalmente define la línea que marca el inicio de la convivencia: Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu hermano como a ti mismo.
Si amamos a nuestros hermanos como a nosotros mismos, seríamos incapaces de herirlo, pues jamás querríamos una herida para nosotros.
Si amamos a nuestros hermanos como a nosotros mismos, no seríamos crueles con quienes nos rodean pues no quisiéramos crueldad para nosotros.
Si amamos a nuestros hermanos como a nosotros mismos, respetaríamos a nuestra ciudad manteniéndola limpia.
Si amáramos a nuestros hermanos como a nosotros mismos, jamás una persona sería diferente a otra por sus características físicas o por su lugar de residencia.
Si básicamente enseñáramos a nuestros hijos ese precepto, muchísimos niños hoy tristes por ser atacados o despreciados por sus compañeros, estarían pensando en disfrutar su infancia más que en "este niño no me quiere" o "soy menos que otro...".
No podemos pretender caerle bien a todos, pero amar a los demás como a nosotros mismos, significa tolerancia, esa que debemos tener los adultos para dar ejemplo a nuestros hijos.
De la boca de un niño de 9 años jamás saldría un insulto a un niño de otro color, si no hubiese oído a alguien que se le ocurre denigrar de otro ser humano por su tono de piel.
Ni creo que de la boca de un niño salga despreciar uno con discapacidad si no ha visto que los de su entorno cercano lo hacen.
La "crueldad de los niños" proviene de la falta de tolerancia de sus padres o mayores cercanos. Ellos vienen al mundo llenos de pureza y rodeados del amor de Dios.
Invito a que revisemos nuestro comportamiento. Seamos coherentes con nuestros deseos de paz y convivencia y enseñémosle a nuestros hijos que aunque suene a Cliché, LA PAZ EMPIEZA POR CASA.
Lina María Acosta Arango - Presidente Junta Directiva SMPC